14.1.06

Pequeñeces que alegran mi vida


Ultimamente muchas personas están tomándose la costumbre de decir que estoy demasiado chapita. O que estoy cucú. Se me volaron los pajaritos. La verdad es que no me entienden y más de una vez tengo que explicarles el chiste.

Molestarme? Para nada, aunque a veces me encantaría que por tan solo dos segundos pudieran ver el mundo como yo lo veo.

Hace dos días salí de casa a velocidad de cadete de microcentro rumbo al subte. Doy vuelta en la esquina, las veredas estaban como acostumbran estar después de mucha lluvia: llenas de barro. No el clásico marrón que se aclara cuando seca y se va con un par de palmaditas, nononono, vivo en plena Capital, acá el barro tiene grano más grueso, es mucho más oscuro y parece que tuviera minúsculos trozos de grafito. Cuando se seca sigue siendo negruzco y no lo sacás ni a garrotazos. Es el barro de ciudad, una mezcla de tierra, hollín, agua y vaya uno a saber qué otras sustancias orgánicas e inorgánicas que no podemos ver a simple vista.

El aire estaba húmedo, y los veinte grados me estaban haciendo pasar calor. Todo gris, húmedo, agobiante, y en medio de la vereda una pequeña ramita con hojitas verdes, más que ramita, una hoja compuesta. Pasé por encima de ella sin pisarla ni disminuir la velocidad, y esa fracción de tiempo me alcanzó para fijar en mi cabeza todos los detalles. Era perfecta. Si, perfecta, con sus cinco hojas verdes brillantes y sus nervaduras apenas más oscuras. Se apoyaba sobre dos de las hojas, la hoja de la punta estaba derechita, en el aire, y tenía dos hojitas más, una apuntando hacia la izquierda y la otra hacia arriba, apenas enrulada en la punta. Cuándo tiempo me tomó ver todos los detalles? El tiempo que me tomó esquivarla pasar por encima.

Y si, una hoja compuesta arrancada por el viento cuando está verde me dibujó una sonrisa que me duró casi dos cuadras, hasta que entré en la vaporiera del subte.

Otra cosa que me dió alegría fue mi último accidente. De mi más tierna infancia conservo mi torpeza, y diría que está igual de torpe que cuando apenas empezaba a caminar. Ya aprendí a no preocuparme por esos moretones sin explicación que aparecen en mis manos y en mis piernas, pero durante una semana me preocuó otra cosa: pequeños cortes en las yemas de los dedos de mi mano izquierda. Cómo me hice esos cortes? De filo de papel no eran, esos arden y no suelen aparecer tantos juntos. Algo que haré dormida? No tengo nada demasiado cortante cerca de la cama ni de donde puedo dormir habituamente, y al menos hasta ahora ni yo ni nadie que haya estado cerca cuando duermo hemos sospechado que soy sonámbula. Seré sonámbula y lo disimularé tan bien que nadie lo notó? Hasta que llegó el momento de la verdad, voy a darme un baño, abro el agua caliente, el agua fría, y cuando voy a girar la perilla de la ducha noto que falta uno de los deditos (la grifería de mi baño es de cerámica, de esas con forma de cruz), y lo noto justo antes de clavarme en un dedo una de las puntas que quedaron cuando se desprendió la parte que falta. Dolerme no me dolió, pero si sangraba mucho, y mientras intentaba que dejara de sangrar, llegó la alegría. La alegría de descrubir el misterio, de saber que con un par de vueltas de cinta de pintor hasta que cambie la grifería iba a ser suficiente para erradicar los arañazos y los cortes.

Y ni hablar de ese rulo que esperó a que me convenza de que mi pelo se había hecho lacio para aparecer.

- "Qué te pasa a vos que estás tan feliz"
- Nada, pasa que me hice un agujero en este dedo, ves? Y entonces...
- (negando con la cabeza) Estás mal eh?
- Mal? No sweetheart, estoy demasiado bien, ojalá pudieras ver las cosas como yo las veo.

Aunque pensándolo mejor, los que me dicen que estoy mal, podrían soportar ver lo que yo veo?

No lo creo :)

Abrazo. Fin del post.

1 comentario:

ajsoifer dijo...

Es muy linda y esperanzadora esa alegría constante con la que te desplazás por la vida Salito...
Ojalá pudiese comprender esa forma de ver la vida por la cual siempre uno ve el vaso medio lleno.
Sin embargo, así como soy terriblemente romántico y sufriente, soy terriblemente romántico y feliz con pequeños detalles como el viento pegándome en la cara un día oscuro.
Yo vivo las emociones exageradamente. Lo bueno me hace ser el ser más feliz de la tierra y lo malo me hace pensar en el suicido unas 15 veces por minuto.
Hablando de cortes, recuerdo una anécdota de hace unos 9 meses atrás. Estaba escribiendo una carta muy especial y me pareció que lo que correspondía era firmarmla... con sangre... por lo que estuve toda una noche tratando pincharme con alfileres un dedo o cortarme con esos cuchillos laser la palma de la mano para obtener algunas gotas de sangre. Fue casi todo en vano. Sangre salió poca (por suerte la suficiente para firmar!) y luego pasé unas semanas con la palma de la mano ardorosa!